Si tu gente te teme, tu negocio se para
5 min read
¿Mandas, diriges o lideras? (Si tu gente te tiene miedo, tu negocio va con el freno de mano)
Mira.
Empresarios que mandan hay a millones.
Que dirijan de verdad escasean.
Y que lideren… eso ya es especie protegida.
El primer (y prácticamente el único) jefe que tuve mandaba.
Yo tenía 24 años y empecé como contable–administrativo en una empresa de alquiler de coches. Estuve allí un año y medio. Cuando aquel jefe cruzaba la puerta, se hacía el silencio. “Le temíamos como a una vara verde”, que diría mi abuela. Yo también. Se me encogía todo lo que se puede encoger.
¿Te suena?
Es probable que a tu gente le pase lo mismo contigo y tú ni lo sepas.
Porque pasa más de lo que imaginas: el que manda no se entera de que la tropa le tiene miedo.
El problema de trabajar con miedo es que no se trabaja.
Con miedo te paralizas.
Haces lo justo por la nómina.
La iniciativa desaparece.
El coraje se esconde.
Las soluciones se abandonan en una esquina.
La gente con miedo hace como que trabaja y tú haces como que te lo crees.
Así, el futuro del negocio se pone negro.
Y te lo digo con cariño, pero con la crudeza que esperas de mí:
el problema no es tu gente. El problema eres tú.
Tú eres el que tiene que cambiar.
Mandar, dirigir, liderar: no es lo mismo
Mandar es dar órdenes, controlar y corregir a golpe de enfado.
Dirigir es ordenar el trabajo con procesos y medir resultados.
Liderar es hacer que otros quieran hacer bien el trabajo, sin que tú tengas que estar encima todo el rato.
Mandar sirve para apagar un fuego hoy, pero quema el bosque mañana.
Dirigir pone orden.
Liderar multiplica: convierte a empleados en responsables y a responsables en líderes.
Si tu empresa depende de que tú estés en todo, mandas.
Si hay procesos y el día a día rueda, diriges.
Si puedes irte dos semanas y aquello funciona, incluso mejora, lideras.
El miedo como modelo de “gestión”: rápido, barato… y fatal
El miedo es un pegamento cutre. Parece que pega: la gente corre, cumple plazos, nadie discute.
Pero es humo.
Mata la creatividad: nadie propone nada por si le cae una bronca.
Mata la propiedad: “yo hago lo mío y que otro asuma el marrón”.
Mata la calidad: el objetivo es no meterse en líos, no hacer lo mejor para el cliente.
Y a ti te condena a ser cuello de botella.
Al miedo se le gana con claridad y confianza. No con abrazos de colores, sino con sistema y rituales de liderazgo.
¿Te tienen miedo? Señales que nadie te dice a la cara
En las reuniones solo hablas tú.
Te enteras el último de los errores (cuando ya son gigantes).
La gente te dice “sí” en la sala y hace otra cosa fuera.
Notas poca iniciativa y cero discusión sana.
Todo el mundo quiere tu firma para decidir cualquier tontería.
Si esto te suena, deja de mirar a Recursos Humanos y mírate al espejo. La buena noticia es que se puede cambiar. Y rápido.
Del miedo al respeto: el puente en 8 movimientos (sin purpurina)
1) Expectativas con nombre y apellidos
La ambigüedad es la fábrica del miedo. Define qué es “bien hecho” en cada rol: objetivos, plazos, calidad, criterios de decisión. Por escrito y en una página.
2) Reuniones 1–a–1 de 20 minutos (cada semana)
Un ritual por persona clave. Estructura fija: reconocer lo que va, desbloquear lo que frena, acordar el siguiente paso medible. Sin terapia. Dirección pura.
3) Reglas de juego para equivocarse
“Se puede fallar… una vez por el mismo motivo.” Si hay error: aprendizaje documentado y contramedida. Fallar no es delito; esconder fallos, sí.
4) Decisiones con galones (delegación real)
Responsabilidad + autoridad. Si delegas sin dar potestad, torturas; si das potestad sin pedir cuentas, despilfarras. Nombra dueños de parcelas y mide resultados.
5) Feedback en 24 horas
Lo bueno, al instante y en público de vez en cuando. Lo difícil, rápido y en privado. Cada día que retrasas una conversación incómoda, alimentas un problema.
6) Ritmo de dirección que cabe en tu agenda
Lunes 30’: liquidez y márgenes.
Miércoles 30’: ventas y previsión.
Viernes 30’: operaciones y calidad.
Tres bloques sagrados. Con esto diriges aunque no estés 12 horas en la oficina.
7) Indicadores que importan (no 27, solo 5)
Caja a 90 días, margen por línea, ventas nuevas/semana, repetición de clientes, NPS o queja crítica. Los ves todas las semanas. Decides con ellos.
8) Tu ejemplo (sí, tú)
Llegar a tiempo, escuchar, cumplir lo prometido, admitir errores, cuidar al cliente aunque duela. La cultura es lo que tú haces cuando nadie te mira.
Manual de bolsillo para pasar de “mandar” a “liderar” en 30 días
Semana 1: orden y voz
Escribe roles y resultados de tus 3 puestos clave (1 página por rol).
Anuncia los 1–a–1 semanales. Agenda enviada.
Comparte tus 5 indicadores de mando y explícalos.
Semana 2: galones y verdad
Delegas dos decisiones que hoy pasan por ti (con límites claros).
Tienes dos conversaciones difíciles que llevas meses posponiendo.
Publicas una regla de error (aprender rápido, no castigar lento).
Semana 3: foco y método
Cierras un proyecto “bonito” que no paga su fiesta.
Introduces una revisión de ofertas/comerciales con tres métricas.
Diseñas una plantilla de post–mortem para errores relevantes (qué pasó, por qué, qué cambia desde hoy).
Semana 4: cultura en acción
Reconoces en público conductas que quieres multiplicar (concretas).
Mides y compartes progreso en los 5 indicadores.
Te vas una tarde sin teléfono. ¿Qué pasó? Si se paró todo, aún mandas. Si fluye, diriges. Si mejora, lideras.
¿Y si “el problema es mi gente”?
A veces hay manzanas podridas. Y la leña seca no brota. Si alguien no quiere (que no es lo mismo que no sabe), por mucho que lideres no te va a funcionar. Decidir también es liderar.
Pero antes de señalar con el dedo, pregúntate:
¿Les he dado claridad?
¿Tienen autonomía real o todo lo decido yo?
¿He reconocido lo que sí hacen bien?
¿He modelado con mi ejemplo lo que exijo?
Si la respuesta es sí y no funciona, te toca cortar. Sin drama, sin rencor, con respeto. Tu empresa no es un centro de rehabilitación. Es un proyecto que merece gente viva.
Lo que ocurre cuando lideras (y no solo mandas)
La gente propone y se adelanta.
Los problemas salen a la luz antes de explotar.
Los mandos intermedios crecen y tú dejas de ser cuello de botella.
La calidad y la experiencia de cliente suben.
La rentabilidad mejora (sí, liderar se nota en la caja).
En casa vuelves a estar. De verdad.
No es magia. Es método. Y coraje para cambiar tú primero.
Si quieres hacerlo con alguien al lado (sin humo)
Yo no vendo corbatas ni PowerPoints. Vengo del barro. He dirigido empresas más de dos décadas, y desde 2020 acompaño a dueños que quieren organizar, profesionalizar y liderar su negocio para que funcione sin que todo pase por ellos.
Entramos en tu empresa y en tu agenda: números gordos, rituales de dirección, equipo A y cultura que no da miedo. Sin rodeos, a la chicha, con un plan que pisas desde el día uno.
👇
📬 UN CORREO AL DÍA
Desde 2020 escribo cada día a empresarios como tú.
Correos entretenidos, breves, claros y sin tonterías.
Lo que necesitas para pensar mejor, tomar decisiones y dirigir con tranquilidad.
👉 Déjame tu email y empieza a recibirlos hoy.
Apuntarse es gratis. Darse de baja también.


Política privacidad - Aviso legal - Política privacidad redes sociales
© 2025 El Buen Empresario | Todos los derechos reservados
Madrid - Granada