¿Por qué tu equipo no rinde al 120 %? Mira al líder que ven cada mañana

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Imagina que tu empresa ya “funciona”.
Facturas. Los clientes repiten. El flujo de caja no da sustos.
Bien. Enhorabuena.

Pero… ¿y ahora qué?

Ahora toca pasar de un negocio que chuta a uno que vuela.
Y para eso necesitas que la gente que te rodea —tu equipo directo— sude la camiseta como si la final de la Champions dependiera de ellos.

La gran pregunta es: ¿qué demonios hace que un equipo rinda más?
Déjame ponértelo fácil:

  • No es doblar su sueldo (aunque un sueldo digno siempre suma).

  • No son vacaciones en las Maldivas pagadas por la empresa.

  • No son horarios de 10 a 14 con teletrabajo cuatro días a la semana.

  • No es un cestón gourmet de 5.000 € en Navidad.

  • Ni siquiera la moda de repartir fruta ecológica cada mañana.

Todo eso puede motivar… un ratito.
Pero lo que realmente dispara el rendimiento eres tú: el líder, el jefe, el dueño del cortijo.

1. Dos tipos de jefes, dos mundos distintos

En todos los negocios caben solo dos arquetipos

  • El que inspira: empuja hacia adelante, ayuda cuando hace falta, escucha, enseña, reparte responsabilidades y celebra los logros.

  • El que infunde miedo: frena la iniciativa, critica más que apoya, ordena sin explicar, controla cada paso y, a base de amenazas veladas o explícitas, consigue el mínimo imprescindible.

Tu gente capta cada gesto.
Tu silencio cuando hay un error.
Tu tono en la reunión.
Tu mirada en el pasillo.
Tu reacción cuando alguien propone algo distinto.

Y de todo eso deducen una única cosa:
“¿Merece la pena vaciarme por esta empresa… o mejor me limito a cumplir?”

2. La ley del espejo: tu gente hace lo que ve

“La cultura de una organización se crea con las conversaciones que su líder mantiene —o evita— cada día.”

  • Si tú llegas tarde, ellos llegarán tarde.

  • Si improvisas, ellos improvisarán.

  • Si cuidas a un cliente aunque implique sudar sangre, ellos copiarán.

  • Si tragas con mediocridad, la mediocridad se instala como sonido ambiente.

No se trata de montar discursos épicos todos los lunes.
Se trata de coherencia cotidiana.

3. De jefe a líder: el salto que multiplica resultados

3.1. Pásate del “control” al “acompañamiento”

  • Control: “Quiero ver los informes en mi mesa antes de las tres.”

  • Acompañamiento: “¿Qué necesitas para cerrar esto a tiempo y con calidad?”

3.2. Hazte adicto a las conversaciones de desarrollo

No son sesiones de terapia. Son encuentros de 20 minutos para:

  1. Reconocer qué está saliendo bien.

  2. Detectar bloqueos.

  3. Preguntar: “¿En qué puedo ayudarte?”

  4. Acordar la siguiente meta concreta.

Hazlo cada semana con los mandos intermedios. Literal: 1 persona × 20 minutos.
Son tres horas a la semana que se traducen en:

  • Menos errores → menos coste.

  • Más proactividad → más ingresos.

  • Más retención de talento → menor rotación (y sus facturas invisibles).

3.3. Dale contexto a tus decisiones

“Porque lo digo yo” solo crea obediencia ciega… y cafés sin alma.
Explica el “por qué” y el “para qué”.
La gente comprometida no necesita micro-gestión; necesita entender la foto grande.

3.4. Celebra el progreso, no solo la meta

Cuando un comercial pasa de 10 a 15 llamadas diarias, dale foco al salto.
Si la contabilidad cierra el mes tres días antes, recálcalo.
El reconocimiento inmediato es gasolina barata y efectiva.

3.5. Practica el arte de la delegación con galones

Delegar no es soltar bombonas de butano y cruzar los dedos.
Es entregar una tarea + los recursos + la autoridad necesaria para completarla.

“La responsabilidad sin autoridad es tortura.
La autoridad sin responsabilidad es despilfarro.”

4. Tres indicadores (muy) prácticos para medir tu liderazgo

  1. % de decisiones que no te llegan

    • Si todo acaba en tu mesa, vas mal.

    • Meta sana: que al menos el 60 % se resuelva un nivel por debajo.

  2. Horas de “trabajo profundo” a la semana

    • ¿Cuántas horas dedicas a pensar estrategia en lugar de apagar fuegos?

    • Si no llegas a cinco, demasiado operativo.

  3. Índice de compromiso en 1-1

    • Pregunta a cada mando: “Del 1 al 10, ¿cómo de ilusionado estás con lo que haces?”

    • Todo lo que baje del 7… es síntoma de pata coja.

5. ¿Y si hoy lideras más por miedo que por inspiración?

No pasa nada. Se entrena.

  • Primer paso: reconocerlo (sí, delante de tu gente).

  • Segundo: pedir feedback real.

  • Tercero: acompañarte de alguien que te señale los puntos ciegos.

Eso, amigo, es mentoring.
No porque suene bien, sino porque funciona: un espejo honesto y un plan a medida.

6. Próximo lunes: mini-reto en tres preguntas

  1. ¿Qué hace tu equipo que te gustaría ver multiplicado por diez?

  2. ¿Qué conversación incómoda estás posponiendo?

  3. ¿Cómo puedes mostrarse 5 % más disponible y 5 % menos controlador?

Bloquéalo en la agenda. Sin excusas.
Prueba una semana.
Mide la cara de tu equipo el viernes.
Ya me contarás.

Cuando el líder cambia, el negocio despega

  • Más foco = más facturación rentable.

  • Más autonomía = menos cuello de botella.

  • Más disfrute = menos rotación y menos estrés.

No necesitas Maldivas, ni fruta bio, ni cheques de 5.000 €.
Necesitas liderar mejor.

Y si quieres un atajo (sin humo), aquí estoy:

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