De vez en cuando hago talleres para empresarios.
En hoteles, en asociaciones de empresarios y ese tipo de sitios.
¿Y?
Es un matiz importante.
No aprendí a torear en los libros.
Ahí es donde se aprende a torear: en la plaza.
EN
LA
PLAZA
(Cuantas más plazas mejor)
Eso es lo que me diferencia del resto.
De esos que dicen que son mentores de empresarios, que lo más parecido a una empresa que han gestionado ha sido una ventana.
Básicamente, porque nunca tuvieron ninguna.
La teoría igual se la saben.
De la práctica saben entre poco y nada.
Porque una cosa es ver torear y otra coger la muleta y ponerte delante del toro.
A lo que iba.
Calló en la cuenta de que hablaba como un torero que habla a otros toreros.
“Se nota que tú también eres empresario”
Claro joder —pensé.
Entonces lo que pasa es, que cuando me remango con un cliente y hacemos cosas.
Cosas que he aprendido haciéndolas.
Poniéndolas en práctica…
La gente lo nota.
“Se nota que tú también eres empresario”
La gente siente que le comprendes.
Que hablas su lenguaje.
Que te pones en su pellejo.
Que vas al grano y a la raíz de los problemas.
Que hablo claro.
Que conseguimos resultados.
Se dan cuenta, de que la mejor manera de crecer en liderazgo, competitividad, clientes, rentabilidad y liquidez —y no estrellarte que es lo que le pasa a la mayoría— es confiar en un torero.
En alguien que se hizo empresario… toreando.