Caja en orden, vida en paz
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Cuando te remangas de verdad y te metes en la piel de un empresario de carne y hueso, pasa siempre lo mismo: además de conocer las cuentas, los problemas, la gente y los líos de la empresa… acabas conociendo a la persona.
Por dentro. Y descubres algo que casi nadie se atreve a decir en voz alta: si tu vida es un desastre, ordenar tu empresa es casi misión imposible.
Y al revés, si tu empresa es un caos, te salpica la vida entera: a tu pareja, a tus hijos, a tu perro… a tu almohada.
No hay una línea que separe tu vida y tu empresa. Ni se ve. No existe. Todo se mezcla. El dinero y la desesperación también.
He escuchado frases como estas, literales, de empresarios (y de sus parejas):
“Estoy perdido, no sé por dónde tirar, Chema.”
“Me siento impotente para salir solo de este lío del copón.”
“No puedo seguir así, con este descontrol encima.”
“Me da miedo fracasar y fallarme a mí mismo.”
“Quiero dejar de vivir para trabajar y vivir tranquilo.”
“Necesito paz para mi familia… así no podemos seguir, algo hay que hacer.”
“Me paso los días apagando fuegos. Estoy quemado.”
“El día a día me come vivo con tantos frentes abiertos.”
“Con el agobio que tengo encima no soy capaz de centrarme y coger el toro por los cuernos.”
“Mi marido está poniendo en peligro a la familia. Cuando toque hacer de empresario que lo haga bien, y cuando toque hacer de marido y padre, igual. Si no cambia esto, vamos a acabar mal.”
Son duras. Pero son la verdad de muchos.
Y, en el 99% de los casos, detrás de esa angustia, detrás de esas noches en vela, está lo mismo: problemas de dinero, tensiones de liquidez, pagos descontrolados… por no tener cogidos por el cuello los números gordos del negocio. No por falta de talento. No por mala suerte. Por falta de sistema.
La contaminación cruzada: cuando el negocio te rompe por dentro
Cuando los números no cuadran en el negocio, la preocupación económica se mete en casa. De forma sutil primero, a bocados después.
Te vuelves más irritable.
Estás físicamente, pero no estás.
Cualquier plan familiar te parece un gasto.
Te cuesta dormir y lo pagas al día siguiente en decisiones más pobres.
Te prometes que “la semana que viene será distinta”, pero no lo es.
Y cuando la vida está hecha trizas —falta de descanso, discusiones, sensación de no llegar—, no hay cabeza para dirigir una empresa. A la mínima, reaccionas. Apagas fuegos. Huyes hacia delante. Y empeoras la caja.
No hay dos batallas: empresa por un lado, vida por otro. Es la misma. Ganar una, implica ganar la otra.
El diagnóstico honesto: ¿qué te está sangrando?
Hablemos claro. Los “números gordos” no son un Excel con 15 pestañas. Son las cuatro palancas que explican si vives o mueres:
Ventas que pagan su fiesta: no todo lo que vendes te conviene. ¿Qué líneas dejan margen real? ¿Qué clientes te hacen perder dinero disfrazado de facturación?
Márgenes y precios: el margen no es una opinión. Si cada operación deja migajas, por mucho que corras no llegas.
Liquidez (la puñetera caja): previsión de cobros y pagos a 90 días. Si no la tienes, vas a ciegas.
Gasto fijo y agujeros: ¿qué costes sobran o deben renegociarse ya? ¿Cuál es tu punto de equilibrio hoy, no el de hace dos años?
Sin esto, te autoengañas. Y el autoengaño es la droga dura del empresario.
Señales de que la caja ya duerme en tu cama
Llegas a fin de mes fundido y sin colchón.
Pagar nóminas te provoca un nudo en el estómago.
Rotas tarjetas y malabares bancarios como rutina.
“De esta factura grande depende todo”.
Tu equipo nota tu nervio y pisa el freno por miedo a equivocarse.
En casa ya os sabéis el guion: “la semana que viene afloja…”. No afloja.
Si te reconoces, no estás solo. Pero no te quedes ahí.
Plan de rescate de tranquilidad (empresarial y personal) en 30 días
No te vendo milagros. Te dejo un plan directo para empezar a respirar. Hoy.
1) Mapa de dinero a 90 días
Tres listas, sin paja: qué entra, qué sale, qué queda.
Cobros esperados (con fecha realista).
Pagos comprometidos (por orden de vencimiento).
Saldo diario proyectado.
Si el gráfico baja al rojo en dos semanas, ya tienes la urgencia. No te la imaginas: la ves.
2) Semáforo de pagos
Clasifica en verde, ámbar y rojo.
Verde: imprescindibles (nóminas, proveedores clave, impuestos inaplazables).
Ámbar: negociables (plazos, importes, alternativas).
Rojo: prescindibles (se paran ya).
Y actúa: llama hoy para renegociar ámbar. Cortas rojo ya.
3) Precios y margen, en serio
El 10% de subida bien explicado no te hunde ventas, pero salva liquidez.
Paquetes, upsells, mínimos de pedido, gastos de envío, cláusulas de revisión de precios.
Cada punto de margen es aire.
4) Cobra antes y más rápido
Anticipos, facturación por hitos, domiciliación bancaria, recordatorios automáticos, descuento por pronto pago… y tolerancia cero a los atrasos crónicos. Un cliente que no paga no es cliente.
5) Saneamiento comercial
No metas leads al embudo “a ver qué pasa”. Define oferta clara, canal claro, mensaje claro y tres indicadores: leads cualificados/semana, ratio de cierre, margen por operación. Lo que no se mide no existe.
6) Poda quirúrgica de costes
Dos preguntas delante de cada gasto:
¿Acerca al cliente y al margen?
Si hoy empezara de cero, ¿lo contrataría?
Si la respuesta es “no”, se va. Si es “sí, pero”, se renegocia.
7) Un responsable por cada cubo de dinero
Liquidez, margen, ventas, entrega. Nombra dueños. No eres tú para todo.
Sin dueño, no hay foco; sin foco, no hay mejora.
8) Rutina de dirección que cabe en tu semana
Lunes 30’: revisar caja y decisiones de gasto.
Miércoles 30’: comercial (previsiones, propuestas, cierres).
Viernes 30’: producto/operaciones (errores, plazos, calidad).
Y un 1-a-1 de 20’ con cada mando. Reconocer → desbloquear → siguiente paso.
Tres horas a la semana que te devuelven el control.
9) Higiene personal (sí, también es dirección)
Dormir 7 horas es una decisión financiera: piensas mejor.
Una hora sin pantallas antes de dormir: tu pareja no es un auditor.
Dos comidas a la semana sin hablar de la empresa. Prohibido.
Ejercicio 3 veces/semana: no para marcar abdominales, para gestionar el estrés.
No es coaching blando; es mantenimiento del tablero. Si el tablero (tú) se parte, la mesa (la empresa) se viene abajo.
“Chema, ¿y si el problema no es solo el dinero?”
Te entiendo. A veces el dinero es síntoma de otras cosas: estrategia difusa, roles mal definidos, cultura blandita, líder ausente…
Pero te doy una certeza: ordenar la caja te da oxígeno para arreglar lo demás.
Sin oxígeno, todo son discursos.
Primero respiras. Luego corres.
Lo que pasa cuando coges los números por el cuello
La conversación en casa cambia: pasáis de angustia a plan.
Tu equipo deja de adivinar tu humor y vuelve a confiar.
Empiezas a decir que no a lo que te hacía perder dinero.
Recuperas tiempo de dirección: piensas, decides, priorizas.
Las noches… vuelven a ser noches.
No es magia. Es método. Y constancia.
Si quieres hacerlo acompañado (sin humo)
Yo no soy un gurú de PowerPoint. Soy empresario desde hace casi tres décadas. He olido la ruina y también la liquidez abundante.
Sé lo que se siente al pagar nóminas con la garganta seca. Y sé cómo se sale: poniendo orden, reforzando márgenes y caja, y devolviendo al empresario su rol de tablero.
Trabajo contigo en el barro, para que tu empresa funcione con cabeza, sin que todo dependa de ti, y tu vida vuelva a parecerse a lo que querías cuando montaste el negocio.
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[QUIERO HABLAR CON CHEMA — Quiero controlar los números gordos y volver a vivir tranquilo]
La línea entre tu vida y tu empresa no existe.
Si pones orden en la caja, vuelve la calma.
Y desde la calma, llega el crecimiento.
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